2014. Óleo sobre lienzo. Manuel Prados |
Sin embargo, esta tradición tuvo un origen en la historia y para remontarnos a él tenemos que situarnos en el año 1920, concretamente en el día 16 de mayo, cuando el afamado torero José Gómez Ortega (Joselito El Gallo) murió en Talavera de la Reina, en la plaza de Toros de La Caprichosa. El matador de toros fue un reconocido devoto de la Macarena, ocupó cargos en la junta de gobierno, además de organizar numerosas corridas en beneficio de la Hermandad, hizo grandes donativos y fue un gran mecenas de la revolución estética llevada a cabo por Rodríguez Ojeda.
Cuando falleció, se instaló una improvisada capilla ardiente en la casa de la calle Arrieta de Madrid, vestido con un traje de corto ante la imposibilidad de lucir la túnica de nazareno de su cofradía como era el deseo de la familia.
Por supuesto, la Hermandad de la Macarena fue una de las primeras en manifestar sus condolencias ante la muerte del torero. El mismo día que el cuerpo llegó a Sevilla, Rodríguez Ojeda tomó el cargo de teniente a Hermano Mayor de la Hermandad, y aprovechó para proponer en San Gil la celebración de unos funerales en honor a Joselito El Gallo.
La iglesia se decoró lujosamente y en el centro se erigió un gran catafalco (armazón cubierto de tela que representa a un sepulcro). Sobre las andas del paso de la Virgen, cubiertas por los faldones de salida, se levantaban los restantes cuerpos del túmulo decorados con paños bordados y multitud de puntos de luz. Todo ello rematado por un palio de tumbilla que custodiaba el arca funeraria sobre la cual se colocó la vara con lazo negro que portaba Joselito en la presidencia (idea que también se tomaría más tarde en la iglesia de San Julián para celebrar el funeral de Rodríguez Ojeda).
En el altar mayor se encontraba la conmovedora imagen de la Virgen de la Macarena, vestida completamente de luto por Rodríguez Ojeda y que fue inédito en su historia. Lo hizo según las damas de la época, con el luto riguroso, sólo reservado a las madres y viudas del difunto. No lucía joyas, ni telas con brillo, con el velo descubriéndole la cara, aunque solía lucirse sobre la capota, enmarcando el rostro de forma cuadrangular.
Tras esto, fueron muchas las Hermandades las que tomaron esta idea de vestir a las Vírgenes de luto en memoria de los difuntos. Hoy en día, las modas en cuanto a la vestimenta de imágenes marianas han cambiado mucho, ya rara vez las vemos completamente de luto, llevando bordados, joyas, etc. Sin embargo, podemos seguir viendo cada mes de noviembre cómo esta tradición sigue vigente.
La iglesia se decoró lujosamente y en el centro se erigió un gran catafalco (armazón cubierto de tela que representa a un sepulcro). Sobre las andas del paso de la Virgen, cubiertas por los faldones de salida, se levantaban los restantes cuerpos del túmulo decorados con paños bordados y multitud de puntos de luz. Todo ello rematado por un palio de tumbilla que custodiaba el arca funeraria sobre la cual se colocó la vara con lazo negro que portaba Joselito en la presidencia (idea que también se tomaría más tarde en la iglesia de San Julián para celebrar el funeral de Rodríguez Ojeda).
Túmulo funerario erigido en la parroquia de San Gil para las honras funerarias de Joselito El Gallo. Fuente: El Correo de Andalucía. |
Fuente: Diario de Sevilla. (Copia realizada por Juan José Serrano) |
Tras esto, fueron muchas las Hermandades las que tomaron esta idea de vestir a las Vírgenes de luto en memoria de los difuntos. Hoy en día, las modas en cuanto a la vestimenta de imágenes marianas han cambiado mucho, ya rara vez las vemos completamente de luto, llevando bordados, joyas, etc. Sin embargo, podemos seguir viendo cada mes de noviembre cómo esta tradición sigue vigente.